César Valdés M.
Director de CONADECUS
En lo más básico y esencial, los consumidores son inherentes a la vida en sociedad, y existen desde su inicio; sin ellos, la producción no tiene sentido: producir algo es sinónimo de consumirlo o usarlo. Obviando altibajos históricos, nos remitimos a nuestra historia reciente, digamos, los últimos veinte años; la situación, en ese momento, era sustancialmente distinta la actual: los consumidores existían pero eran “invisibles”, o, al menos, sólo “objetos”, que era impensable que tuvieran opinión, menos aún acción, e, impensable, que fueran proactivos, demandantes, exigentes, controladores: si algo no le gustaba tenía que ir a comprar a otro lado, y si no estaba, era sólo un pco de paciencia y ya el MERCADO lo solucionaría; cualquier intento en otro sentido era intervenir en él, y el remedio resultaba peor que la enfermedad.
En un lapso de tiempo, o en tiempos sucesivos, se fue acumulando una conciencia que esa situación tenía grandes inconvenientes: abusos, distorsiones, inequidades,…… el “modelo” no era perfecto ni mucho menos, y tampoco “la” única alternativa (there is not alternative); además el control de los medios de comunicación se resquebrajó con la presencia de internet; y también, se trató de aplicar medidas paliativas desde dentro del mismo, que se mostraron en parte gatopardistas o meros “saludos a la bandera”.
En esta realidad, surgió y se creó CONADECUS, con enormes dificultades avanzando solo gracias al empeño y tesón de un puñado de personas visionarias de empuje y misión hacia el bienestar de las personas. Algunos primeros éxitos judiciales, por una parte, inflaron las velas de la esperanza, y, por el otro, empezaron a mandar primeras luces de alerta hacia el sistema:
¿ quiénes son estos sujetos peligrosos e impredecibles, difíciles de manejar, con buen eco comunicacional, cada vez más conocidos, y todo eso con tan pocos medios?.
La realidad se empieza a convertir en nuestro aliado, se empiezan a manifestar en olas sucesivas, un rosario situaciones que nos dan la razón de muchas de nuestras convicciones sobre el funcionamiento-realidad del “modelo”; se suceden los eventos: La Polar, Farmacias, Pollos, confort, etc, significando todos y cada uno de ellos “asaltos” al bienestar de los consumidores en beneficio de cada una de las “industrias” involucradas; todos estos sorpresivos, cuantiosos en su magnitud de daño económico, con connotaciones criminales en las personas más sencillas, con penas inexistentes para resarcir a los afectados, y en algunos casos verdaderas afrentas: cursos de ética.
Por esto cada uno de estos los inscribimos en acciones delictuales con un nombre que se ha puesto de moda para llamarlos: PORTONAZOS. Sin embargo, nos faltaba conocer y sufrir un último evento que escapa en su magnitud, índole y alcance a todos los anteriores; por eso lo llamamos TURBAZO: (nombre derivado de turba=grupos o bandas de delincuentes que atacan en forma orquestada una víctima) acción delictual mucho más sofisticada, multifacética , de alcance mucho más amplio y profundo. Obviamente nos referimos a la colusión de los papeles tissue, sofisticada porque en el turbazo se combinan diferentes tipos de actores (hombres, mujeres, jóvenes, adultos), diferentes especies robadas (carnes, licores, perfumería), una por diferentes grupos de la turba, está coordinado el ingreso, desarrollo , término del robo, y finalmente, la logística de huida.
Si habláramos tecnocráticamente, cabría suponer el desarrollo de una matriz lógica con una planilla Excel final de resumen. Por qué llamamos así a esta colusión de los papeles tissué?; porque en este caso, la cabeza visible del principal productor de este tipo de papel y de gran connotación política y social, era la cabeza de una instancia de reflexión y formación, a la cual renunció apenas conocido el escándalo, de gran influencia en el empresariado.
Él adujo no saber nada de la colusión, y eso resulta creíble pero a la vez agravante, porque supone una formación que ampara y propicia estas actitudes (es realista suponer que si apareciera una sola cifra “roja” en el proceso de producción, cualquiera de los empleados habría denunciado esto a la dirección).
Conocido el hecho se puso en marcha el organismo persecutor, llamó a los involucrados, y después de muchos meses de conversaciones, se ha cuantificado el daño a los consumidores, que resulta una de esas cifras “normales” en el ambiente de los negocios, pero que para cualquier consumidor son tan estratosféricas que se vuelven inasibles.
Casualmente, hace muy pocos días el país entero hizo un esfuerzo descomunal para seguir financiando una obra loable que todo el mundo conoce y quiere: la Teletón. Sería mínimamente ilustrativo, para todos los Consumidores de Chile, que la cuantía del daño de los papeles se expresara en el número Teletones que se habrían financiado con su cuantía.